Ópera en Europa

La ópera italiana
La ópera italiana siguió fiel a la tradición del bel canto (término operístico que se utiliza para denominar un estilo vocal que se desarrolló en Italia) y el virtuosismo vocal.

Domenico Cimarosa (1749 - 1801) 
Enlazó el periodo clásico con el romanticismo italiano. Sus mayores éxitos los obtuvo con la ópera bufa: Il matrimonio segreto (1792) gustó tanto que algunos compararon a su autor con Mozart. 

El matrimonio secreto es una ópera bufa en dos actos con música de Domenico Cimarosa y libreto en italiano de Giovanni Bertati, basado en la pieza The Clandestine Marriage de George Colman. Fue estrenada el 7 de febrero de 1792 en Viena, en el Teatro Hofburg Imperial, con la presencia del emperador Leopoldo II. 




Gioacchino Rossini (1792 - 1868) 
Fue el protagonista indiscutible de la ópera italiana del primer tercio del siglo XIX. Escribió más de 40 óperas que alcanzaron un gran éxito. Son característicos de su técnica los sorprendentes ostinati y crescendi. Entre sus numerosas obras, podemos destacar El barbero de Sevilla (1816); La cenenterola (1817), un versión del cuento de Cenicienta; y Guillermo Tell (1829), que constituye su última gran ópera. Sus célebres oberturas tienen un gran valor orquestal: son piezas independientes con un tratamiento muy cuidado de los timbres orquestales. Rossini se retiró siendo muy joven y se dedicó a la composición de pequeñas piezas para voz o piano.

El barbero de Sevilla es una ópera bufa en dos actos con música de Rossini, basado en la comedia del mismo nombre de Pierre-Augustin de Beaumarchais. El estreno tuvo lugar el 20 de febrero de 1816, en el Teatro Argentina de Roma.



Giuseppe Verdi
Compositor más importante del romanticismo italiano. Al contrario que Wagner, desarrolló todos los aspectos técnicos de la ópera sin pretender llevar a cabo ninguna revolución musical; sin embargo, sus innovaciones constituyeron una referencia obligada para los compositores posteriores. Estas innovaciones consistieron en dotar las óperas de intensidad emocional por medio de la caracterización de las melodías. Verdi convirtió la ópera italiana en una entidad musical dramática coherente y unificada. Sus obras se encuentran entre las más representadas actualmente. Sus primeras óperas importantes Nabucco (1842), cuyo coro de los judíos se convirtió más tarde en el himno nacional italiano, y Ernani (1844). Ambas obras presentan un vigor dramático y rítmico sin precedentes en el campo operístico.

Diez años más tarde compuso la llamada "trilogía central", formada por sus obras más populares: Rigoletto (1851), Il trovatore (1853) y La traviata (1853). Los personajes de estas óperas, aparentemente mundanos, sufren una tragedia interior. Las obras se inician con escenas animadas y numerosos actores en el escenario, y terminan centrándose en personajes solitarios y atormentados.

A mediados del siglo XIX, Verdi era ya un compositor de fama internacional. Sus obras más importantes de este de este periodo son Un ballo in maschera (1859), La forza del destino (1862) y Aida (1871), que compuso para conmemorar la apertura de la ópera de El Cairo y la inaguaración del canal de Suez. En estas óperas, Verdi mezcla con maestría el esplendor visual que proporciona la gran ópera y la intimidad musical de una trágica historia de amor.

El último periodo de su obra es un homenaje a Shakespeare; sus dos últimas óperas, Otello (1887) y Falstaff (1893), que compuso a los 80 años, adaptan los textos de Shakespeare al escenario de la ópera mediante una continuidad musical semejante a la realizada por Wagner.

Hoy en día la presencia de Verdi en las óperas es absoluta. Muchas de sus óperas son representadas con nuevas coreografías. Las arias de Verdi forman parte del repertorio de todos los cantantes.

La ópera francesa

A principios del siglo XIX, Francia poseía una gran tradición operística que incluía compañías estables de ópera, buenos teatros, etc; pero, sorprendentemente, la producción propia de óperas era muy escasa y casi todas las representaciones eran de obras extranjeras, aunque frecuentemente traducidas al francés. De hecho, los autores operísticos franceses del nacimiento del siglo romántico apenas son conocidas hoy. 
Daniel Auber (1782-1871) escribió unas 50 óperas cómicas que apenas se representan en la actualidad. Lo mismo cabe decir de Adolfo Adam (1803-1856).

Tan sólo Giacomo Meyerbeer (1791-1864) llegó a eclipsar al mismísimo Rossini en París. Este autor mostró especial predilección por las grandes coreografías históricas que servían de publicidad para los empresarios teatrales. Aunque no rehusó tratar los problemas sociales de su tiempo, se le acusó de querer agradar demasiado al público en perjuicio de la calidad artística.

Consolidó lo que se denomina grand opéra francesa, caracterizada por las sesiones muy largas, con gran aparato escénico, la participación de numerosos personajes, los ballets intercalados, los ambientes exóticos, etc. Su técnica vocal se basaba en el bel canto efectista, pero sus libretos no estaban a la altura de las circunstancias.

Sus obras más conocidas son Los hugonotes (1836) y La africana (1864), con una música de gran belleza.



Contemporáneo de Mayerbeer fue Hector Berlioz (1803-1869). Aunque normalmente no se le reconoce como autor dramático, podemos citar a Benvenuto Cellini (1838) o Los troyanos (1863), que cuentan con escasísimas representaciones.


Como acabamos de ver, dos corrientes dominaban la ópera francesa de mitad de siglo: Meyerbeer, y la ópera italiana, con Rossini al frente. Pronto apareció una nueva generación de compositores que pretendía liberar al teatro francés del corsé que imponía la gran ópera de Meyerbeer. La música de estos nuevos compositores resultaba mucho más "creíble", con melodías más naturales y no por ellos exentas de dramatismo.

El primero de los jóvenes autores que se propuso renovar la ópera francesa fue Charles Gounod (1818-1893). Su estilo, sustentado en un encanto melódico singular y en una gran habilidad para la escena, obtuvo un éxito inmediato en Francia y Alemania. Su obra maestra es Fausto (1859)


Jacques Offenbach (1819-1880) destacó sobre todo en el marco de la opereta. Pero escribió también una obra de gran calidad, Los cuentos de Hoffman (estrenada póstumamente en 1881).


Finalmente, destacan Édouard Lalo y Camille Saint-Saëns.

La ópera rusa

En el siglo XIX, la mayor parte de la población rusa vivía en el campo, por lo que la ópera buscó refugio en la corte imperial y los teatros privados. La fuente de inspiración de los músicos rusos fue la música popular rusa. Tratan temas nacionales y folclóricos, así como leyendas y hechos de ámbito autóctono.

El primer músico destacado es Mijail Glinka (1804-1857), autor de La vida por el zar. Está compuesta a partir de elementos folclóricos y cantos litúrgicos tradicionales.


Alexander Borodin tiene como obra más importante El príncipe Igor,.




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